martes, 11 de febrero de 2014

La embocadura perfecta

El flautista vive obsesionado con su sonido y puede llegar a culpar a sus labios de todos los males de los que sufre. "Es que tengo los labios demasiado gruesos...", "es que tengo los labios cortados del frío que hace...", "es que tengo una embocadura espantosa...". Y la verdad es que si miramos los flautistas de primer nivel veremos que tienen todos labios diferentes y embocaduras diferentes...

Cada maestrillo tiene su librillo, y cada flautista tiene su embocadura. ¿La embocadura perfecta? No existe. Lo que es realmente importante es fijarse en cómo suena el instrumento... Hay cantidad de aspectos técnicos en la flauta que se centran en lo que pasa dentro del cuerpo mientras soplamos y creo que vale la pena fijarse en éstos y no en los labios. Al fin y al cabo, los labios sirven para enfocar hacia dónde soplamos.

A mis alumnos muchas veces les digo que tienen que fijarse menos en lo que están haciendo ellos y más en lo que hace el aire, pues quien hace sonar la flauta no somos nosotros con los labios, ni con la garganta ni con la boca, ni con la lengua... Quien hace sonar la flauta es el aire. Por lo tanto, siempre que encontremos algún problema de sonido deberemos preguntarnos qué es lo que le pasa al aire.

¡Probad cosas! Soplad hacia arriba, hacia abajo... Con más apertura de boca, con menos... Con más velocidad de aire, con menos... Cambiando cantidades... Si queréis, incluso podéis probar de tocar haciendo la vertical. Pero no culpéis a vuestros labios. Eso sólo os conducirá a la frustración, ya que vuestros labios no se pueden cambiar.